Las ciudades más importantes, además de la mencionada Buenos Aires, son:
Córdoba (con una población según el censo de 1991, 1.157.507 habitantes; área
metropolitana: 1.208.554), importante centro fabril y ciudad universitaria; el
puerto fluvial de Rosario (907.718; área metropolitana: 1.118.905); La Plata
(área metropolitana: 640.344), la capital de la provincia de Buenos Aires; San
Miguel de Tucumán (área metropolitana: 622.242), un diversificado centro
industrial; Mar del Plata (519.707), el principal centro de turismo veraniego;
Salta (373.857), famosa por su arquitectura colonial, y Mendoza (121.739; área
metropolitana: 728.966), eje de una importante región frutícola, vitivinícola y
petrolera.
Una visión del funcionamiento,
morfología y jerarquía del sistema de ciudades, de la localización de
actividades y de la población, del trazado de las redes de infraestructura, de
los movimientos y flujos en el espacio y del uso de los recursos naturales
muestran una estructura espacial con escasa o débil articulación entre las
partes y, en consecuencia, entre las regiones, pero con una fuerte dependencia
de Buenos Aires y su área metropolitana.
Todo esto es el resultado de una ocupación espontánea del espacio,
el cual muestra el impacto sucesivo de las diferentes etapas de la economía
argentina y de las decisiones políticas. Este esquema de organización
territorial se denomina ‘modelo tendencial’, ya que refleja las tendencias
socioeconómicas, políticas y geográficas en una larga relación tiempo-espacio.
Hacia finales de la década de 1980, distintos procesos rompieron con muchas
tendencias históricas e hicieron surgir otras.
Este modelo encontró bases muy sólidas en la valoración de
la posición geográfica mundial de Argentina, de ‘aislamiento geográfico’, que
la llevó a ser considerada un ‘país isla’ —como la definió el almirante Storni—
y, en consecuencia, a modificar su organización espacial en función del puerto.
El concepto de la ‘Argentina insular’ comienza a cobrar fuerza con la economía
agro-portuaria y con los inicios de la industrialización (sustitución de
importaciones).
Así, Argentina se estructuró sobre los puertos, con amplio
predominio del de Buenos Aires. La cohesión interior, la centralización de la
baja cuenca del Plata, el ‘desprendimiento’ fronterizo y las condiciones de
sequedad que imperan en gran parte del territorio, contribuyeron a consolidar
la ‘Argentina insular’ y a organizar su espacio interno en función de dicho
sistema, dando lugar al ‘país abanico’ definido por el filósofo argentino Mario
Bunge.
Este esquema tendencial llevó a la valoración de la región
pampeana, a la cual se le confirió el rol de región nuclear del país. Por otro
lado, el modelo se extendió a los espacios significativos de las otras
regiones, coincidiendo la mayoría de las veces con los núcleos geohistóricos y
con la producción de bienes complementarios de la Pampa húmeda. Mientras tanto,
con el paso del tiempo, fue tomando cuerpo el lugar de mayor capitalidad del
territorio argentino, concentrando la población, las actividades, los servicios
y, por ende, el poder. El área metropolitana de Buenos Aires y, más tarde, el
eje urbano industrial San Lorenzo-Rosario-La Plata se impusieron así por su
privilegiada posición geográfica, determinando la configuración y
funcionamiento del espacio nacional.
En este escenario, la posición de las regiones y de sus
sistemas urbanos resultaba periférico, más aún por el escaso contacto entre
ellas y los países colindantes. Este proceso se vio reforzado por la presencia
de conflictos, lo que llevó a consolidar el ‘desprendimiento fronterizo’, sobre
todo con Chile y Brasil. En la actualidad, se ha dado por agotado dicho modelo
y Argentina ha encontrado otras dos vertientes hasta ahora no valoradas: su
posición céntrica en el Cono Sur (posición subcontinental) y su posición aguas
abajo de la cuenca del Plata (posición regional). Esto lleva al país a ocupar
una nueva posición en el mundo, dentro de un ámbito de integración regional: Mercosur,
que ha de volver a poner en movimiento sus sistemas de relaciones.
La integración de Argentina en el espacio comunitario del
Mercosur implica complementar la concepción insular del país con la peninsular;
esto encierra una proyección marítima y otra proyección continental, que
conlleva la estructuración de un nuevo sistema de relaciones con el espacio
exterior e interior. Esta situación modificará, sin duda, la función de las
diferentes regiones y conducirá a su reconversión productiva por haber variado
su posición con respecto a los mercados y la accesibilidad general. El concebir
a Argentina en este escenario de futuro implica potenciar cuatro aspectos
sobresalientes: la complementación e integración territorial interna y con
otros países de la región, y la accesibilidad de ciudades y regiones hacia el
Atlántico y Pacífico, modificando su posición actual.
Todos estos cambios conllevan el establecimiento de un nuevo
sistema de relaciones, lo que supondrá, en principio, una reestructuración
estratégica de las redes de transporte, comunicaciones, flujos y energía, así
como la valoración de los grandes espacios constitutivos del territorio
nacional que se extiendan más allá de las fronteras, pero que han de encontrar
su articulación y unidad. Las fronteras, que antes separaban espacios llamados
a funcionar en común, serán ahora franjas de dinamismo e integración.
Los espacios noroccidental, nororiental, patagónico austral,
pampeano y metropolitano han de conjugar los grandes ámbitos geográficos para
un desarrollo más equilibrado en lo interno y más proclive a la proyección e
integración en lo externo. La correcta percepción de esta realidad geográfica
llevará a valorizar, dentro de los espacios mencionados, los sistemas
regionales individualizados; éstos, a su vez, se encontrarán con mejores
posibilidades y capacidades para desarrollar sus potencialidades,
complementarse e integrarse con las regiones de los países vecinos y
articularse entre sí.
La reestructuración del territorio, impulsada por el proceso
de integración regional, es una nueva oportunidad, un hito más, un umbral de
mayor complejidad en la organización territorial; también habrá desigualdades.
Problemas y nuevas oportunidades son una dicotomía permanente en la vida de los
pueblos y ese devenir se refleja en la organización del territorio. El nuevo
modelo que se vislumbra no elimina el anterior: lo complementa y lo supera. Los
hechos históricos son acumulativos espacialmente.
Así como en la anatomía territorial los espacios y regiones se reubican y se reconvierten, en la fisiología territorial el sistema urbano y las redes se modifican en sus funciones. Las transformaciones globales del mundo actual —desde la economía integrada hasta el cambio tecno-productivo y la revolución en los transportes y las comunicaciones— han de impulsar el proceso señalado. En esto consiste la nueva lógica territorial.
El castellano es el idioma oficial y lo habla la mayoría de
los argentinos. En algunos lugares siguen en uso varias lenguas indígenas.
Más del 92% de la población es católica. Se practican
también el judaísmo, el protestantismo y otras religiones cristianas y no
cristianas, aunque muchas sectas y confesiones están prohibidas por ser
“lesivas al orden público”. Hasta la reforma constitucional de 1994, era
requisito indispensable que el presidente y el vicepresidente fueran católicos.